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ARANTZAZUKO EUSKAL ETXEA LIMA

Sucesión al trono: Teobaldo I (1234-1253) y Teobaldo II (1253-1270).

A partir de 1234 Navarra mirará más al N. que al S. El prohijamiento de Jaime I de Aragón había quedado en nada a la muerte de don Sancho. Esta sobreviene y ambos reinos, Aragón y Castilla, se preparan para intervenir en Navarra siguiendo la política de anterior desmembramiento. Jaime se apresura y ocupa inmediatamente los castillos de Gallur, Esco, Zalatambor y Trasmoz cedidos a don Sancho en 1232. Los navarros habían ya llamado a Teobaldo, que juró mantener los fueros del Reino, para que se hiciera cargo del poder siguiendo la línea de la legitimidad. Una vez en Navarra inicia los pactos con Castilla, Aragón e Inglaterra para asegurar las respectivas fronteras castellana, aragonesa y gascona. El escollo es, sin embargo, Castilla, siempre atenta a sus viejas pretensiones sobre el reino. Teobaldo llega a pactar con Fernando III el casamiento de su hija Blanca con el príncipe heredero Alfonso, pero reclamando, simultáneamente, la devolución de las tierras occidentales, y en especial Alava, y Guipúzcoa. Como asegura Lacarra la necesaria recuperación de Alava y Guipúzcoa estaba viva en la conciencia navarra. Una vez afianzado en el trono, Teobaldo I se olvidó del proyectado matrimonio. El nuevo rey se dispuso a gobernar a los navarros pero tropezaba con el desconocimiento de la lengua y tradiciones sociales del país. Los navarros conciben la autoridad real sujeta a los fueros consuetudinarios en tanto el rey, aunque procuró atraer a los nobles, tropezó enseguida con su enemiga y con la unión de nobles, eclesiásticos y buenas villas frente al pleno poder real, calco del ejercido en Champaña. Como resultado de estas discrepancias se recopiló por escrito el Fuero General del Reino en 1238 ya que Teobaldo, que había jurado gobernar con arreglo a Fuero, gobernaba de hecho como lo hacía en Champaña, de forma regalista, antinobiliaria, rodeado de champaneses, no de ricos hombres navarros.

Bernardo Estornés Lasa

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Gobernada desde Francia: de Enrique I a Carlos "El Calvo".

Teobaldo II moría sin sucesión directa y es por ese motivo que la Corona debería recaer en su hermano Enrique y de ahí la importancia de su boda para los destinos de Navarra. Jugaban su baza Aragón, Castilla, Francia e Inglaterra. Por fin casó Enrique con Blanca, sobrina del difunto rey San Luis de Francia. La baza francesa triunfaba. El nuevo rey Enrique I (1270-1274), lo mismo que los anteriores, debería atender sus estados de Navarra y Champaña prodigando sus viajes, de uno al otro. La investidura real tuvo lugar el 1 de marzo de 1271 y acto seguido los juramentos de rigor a las distintas villas del reino, visitadas una a una hasta su vuelta a Francia en abril del mismo año. Enrique tuvo dos hijos, Teobaldo y Juana. Muerto en accidente el infantito, la Corona recaería en Juana. La muerte prematura del Rey planteaba la más grave crisis sucesoria. Doña Blanca de Artois, su esposa, comienza su regencia cuando Juana I (1274-1305) tenía solamente año y medio de edad. El reino se hallaba dividido: una facción encabezada por Sanchez de Monteagudo, pro-aragonesa, y otra, por García Almoravid y el Obispo de Pamplona pro-castellana. Pronto los castellanos invaden el territorio por Viana y Mendabia. Simultáneamente los habitantes de la Navarrería atacan a los Burgos incitados por Almoravid y el cabildo. El nuevo gobernador de Navarra, Beaumarchais, se refugia en los burgos y pide ayuda al rey Felipe de Francia, esposo de Juana. Los castellanos han llegado a las proximidades de Pamplona. Los de la Navarrería, abandonados por Almoravid, que huye, e indefensos, sufren la entrada a saco de los franceses que destruyen la ciudad, matan, violan mujeres e incendian la población. Es el año 1276. Juana I y Felipe (IV de Francia), descabezada la rebelión eclesiástica, gobiernan desde París por medio de gobernadores y otros funcionarios franceses. Con motivo de la guerra franco-aragonesa los navarros habían tomado las plazas de Lerda, Ul, Filera y Salvatierra en 1283. Jaime II de Aragón esperanzó a Juana I con la recuperación de la Rioja, Bureba, Alava y Guipúzcoa si prestaba ayuda al infante de la Cerda don Alfonso. Por su parte le pedía la devolución de las plazas aragonesas que, en efecto, le fueron devueltas sin más consecuencias. La política francesa es absorbente y centralista, lo cual provoca las alianzas y asambleas de los navarros que culminan celebrándose Cortes en Pamplona en 1298 y en Estella en 1299. El lema de la liga de los Infanzones de Obanos, "Pro libertate patria gens libera state", "Por la libertad patria la gente sea libre" simboliza los anhelos de la nobleza media y las villas -Estella, Pamplona, Tudela, Sangüesa, Olite, Viana, Ronces valles, etc.- navarras aunque las poblaciones de francos no se manifestaban tan opuestas. Luis el Hutin, (1305-1316), el "Terco", "el Testarudo", visita el país brevemente y se reintegra a sus estados de Francia. Se coronó rey en 1307. Las villas navarras siguen coaligándose en la Junta de Obanos. Durante su ausencia los aragoneses ponen cerco a Pitilla, en Aragón, en 1308. Los navarros vencen a los aragoneses en Filera pero éstos, a su vez, hacen una correría por Aibar, Olite y Tafalla hasta caer en una emboscada con su correspondiente derrota. Durante el reinado de Luis el Hutín hay que señalar que Oger de Mauleón, cede al rey el castillo de ese nombre y el vizcondado de Soule (Zuberoa) a cambio del señorío de Rada y las villas de Mélida, Berbinzana, Abaiz, y otros lugares. La galificación se intensifica removiéndose de sus cargos a los navarros y sustituyéndolos por funcionarios franceses. Apresaron, además, a don Fortún Almoravid y a Martín Ximénez de Aibar encarcelándolos en Tolosa aquitana. La represión llegó a la supresión de la orden de los Templarios y a la persecución de las Juntas que se reunían clandestinamente en Obanos. Muerto el rey le sucede su hija Juana, excluida de la Corona de Francia por la ley sálica y de hecho de la de Navarra. Contra todo fuero se instituyó una regencia para ambos reinos a favor de Felipe el Luengo, hermano de Luis el Hutin. En este estado de cosas la reina tuvo un nuevo hijo, Juan el Póstumo, que vivió solamente unos días. El regente Felipe se proclamó rey, reinando de hecho desde 1316 a 1322. Los navarros recibieron con desagrado esta decisión, tardando dos años en designar los mandaderos que deberían prestarle juramento de fidelidad. Este juramento tuvo por fin lugar en París a donde acudió una representación de las Cortes en las que parece haberse integrado la Junta de Obanos; en él se citaba ya expresamente a los tres Estados del Reino. Muerto el rey en 1322 y, como solamente dejara hijas, volvía a plantearse el pleito sucesorio. De nuevo se da el hecho de fuerza sucediéndole su hermano Carlos I el Calvo (1322-1328) contra la voluntad de los navarros que solamente reconocían como legítima a la reina Juana II. El nuevo rey requirió a los navarros que enviaran procuradores a Tolosa para que le prestaran el correspondiente juramento. No lo hicieron, se le soportó pero no se le reconoció como tal rey. Ninguno de los dos reyes hicieron acto de presencia en Navarra. El único hecho de armas tuvo lugar en 1321 en la frontera con Guipúzcoa contra los oñacinos y malhechores de la frontera en el desfiladero de Beotibar donde fueron sorprendidos y derrotados los navarros.

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Pérdida de Alava, Guipúzcoa y el Duranguesado (1200).

Durante el reinado de Sancho el Fuerte el Reino de Pamplona, ya amputado con anterioridad, va a quedar reducido a la Navarra nuclear que hoy, poco más o menos, conocemos. La vieja aspiración de repartirse el reino vascón obsesionaba a castellanos y aragoneses que, reunidos en 1198, en Calatayud, acuerdan de nuevo el reparto a pesar del pacto de 1179 de "paz perpetua". Los dos reyes especifican al detalle la línea separatoria del reparto, de tal modo, que quedaban para Castilla desde Cintruénigo, Corella, Funes, Peralta, Falces, Miranda, Milagro, Larraga y Mendigorría incluidos, y como dice Lacarra, la línea seguiría por Artederreta a Noáin, Badostáin y Pamplona y, cruzando el Arga, por Valderro y Orreaga. El resto del Reino, hacia oriente, quedaría para Aragón. Pamplona quedaba mitad para uno y mitad para otro. En 1198 tiene lugar la invasión de Navarra por las fuerzas de ambos reyes, el castellano por Miranda de Ebro e Inzura, y el aragonés por Aibar y Burgui. A pesar del pacto, el rey de Aragón desconfiaba de Alfonso VIII de Castilla y jugaba su baza proponiendo al navarro una tregua si le entregaba su hermana en matrimonio. Sancho el Fuerte accedió para que el aragonés se retirara del Reino. Así lo hizo terminando la campaña para julio del mismo año. Queda ahora Navarra frente a frente de Castilla que no renuncia nunca a sus viejas aspiraciones imperialistas. Si bien es verdad que Aragón se ha desligado de Castilla, también es verdad que Alfonso VIII prepara una campaña ofensiva para la invasión del reino vasco. Sancho el Fuerte, alarmado, viaja apresuradamente a Africa en busca de aliados poderosos, ya que la situación aquitana se halla confusa y revuelta. Al otro lado del Pirineo solamente podía confiar en Ricardo Corazón de León pero la suerte le es adversa y cruel. Ricardo es herido mortalmente en el sitio del castillo de Chaluz, en el Limoisin, muriendo inmediatamente. Nadie sabe lo ocurrido en Africa donde se retiene al Rey al encontrarse con que el Miramamolin había muerto y gobernaba su hermano Aben Jacub. Entretanto, aprovechándose de las circunstancias, Alfonso VIII de Castilla invade Navarra en 1199 y cerca a Vitoria en 1200, después de haberse apoderado de algunas fortalezas menores. La ciudad se defendió heróicamente. El obispo don García viajó, junto con un caballero alavés, al territorio de los almohades para visitar a Sancho el Fuerte y pedirle autorización para el rendimiento de la ciudad ya en situación desesperada. Vuelto a Navarra el obispo, Vitoria se rinde siguiéndole el Duranguesado y la Guipúzcoa actual sin apenas resistencia. Así cayeron San Sebastián, Fuenterrabía, Feloaga, Zaitegui, Arluzea, Vitoria la Vieja, Marañón, Ausa y Ataun. Se resistieron Treviño y Portella que fueron intercambiadas una vez hecha la paz por Inzura y Miranda respectivamente. Guillermo Aneliers escribía poco después en su gran poema:

Car perdut as Bitoria, é Alava issament

Ipuzcoa, é Amesquoa ab lur pertenement,

E Fonterabia, é zo que si apent,

E San Sebastián, or es la mar balent.

Navarra perdía sus viejos condados y, además, su salida al mar. En pleno territorio vascón se crea, como ha señalado el profesor Orella (1985, P. de V.), una frontera artificial. Se ha sostenido que el Reino de Pamplona se caracterizó por "la yuxtaposición de varios territorios que mantienen su autonomía jurídica y política, con fueros y gobiernos peculiares". La realidad es que es un reino como los demás de la época y que las únicas noticias que han llegado de fuentes coetáneas son las de hallarse integrado por valles, condados y vizcondados sin noticia alguna de su organización interna y menos foral, pero teniendo clara la noción de frontera común a todo el reino. También se ha dicho, muy a posteriori, que la "unión" de Guipúzcoa a la Corona de Castilla fue "voluntaria y foral". El único testimonio histórico antiguo es el de Aneliers:

Quel rey Alfons que tu tens por leial perent,

y es intrat en Navarra ab gladi é ab foc ardent.

"Que el rey Alfonso que tienes por leal pariente,

Ha entrado en Navarra con espada y con fuego ardiente".

No contento con la ocupación ya reseñada, Alfonso VIII alegaba ahora que tenía derecho a la Wasconia ducal (Gascuña); que consideraba dote de su esposa Leonor, hija de los reyes de Inglaterra, dote que no se cita en ninguna crónica, sea inglesa, francesa o castellana. Era un puro pretexto. Las ambiciones pudieron más que los lazos familiares de las familias reales francesa, inglesa, castellana y navarra. En 1204 los castellanos invadían Laburdi desde Guipúzcoa en una campaña que duró hasta 1205. El arzobispo don Rodrigo dice que "después de haber puesto bajo su obediencia a toda Gascuña, excepto Burdeos, la Roele y Bayona, se retiró victorioso a Castilla". La ocupación no fue muy larga. Pronto abandonó toda pretensión al dominio de las tierras gasconas. El mismo año de la invasión, en 1204, Alfonso VIII, enfermo y en peligro de muerte, otorgaba testamento el día 8 de diciembre, en descargo de su conciencia ordenando devolver al Reino de Navarra las regiones usurpadas y a Diego López de Haro su señorío de Vizcaya. Dice que "si Dios le devuelve la salud, que restituirá al rey de Navarra todo lo que le ocupó desde Puerto Araniello a Fuente Rabia, el castillo de Bu radón, el de San Vicente de Toro, Marañón, Alcázar, Santa Cruz de Campezu, la villa de Antoñana, la de Atauri y Portilla de Cortes, pues sabía que todo pertenecía al rey de Navarra". Alfonso recobró la salud y no devolvió nada. Sancho el Fuerte, amargado, todavía tuvo entereza de ánimo para ceder a las presiones de la Iglesia y concurrir a la batalla de las Navas de Tolosa (1212) salvando a su enemigo de un grave descalabro gracias a su intervención que fue decisiva. En 1214 moría Alfonso VIII de Castilla. Por otra parte, el hijo de la hermana de don Sancho, Teobaldo de Champaña, aspiraba a suceder al rey en el trono de Navarra ya que éste, con sus setenta y ocho años, padecía de cáncer y se hallaba lleno de achaques. En 1225 Teobaldo viaja a Navarra y trata en vano de atraerse a los nobles. Sancho el Fuerte, en vista de ello dirigió su mirada hacia Jaime I de Aragón. Viudo y sin hijos, viejo y enfermo, pensaba en un joven como Jaime, emprendedor y activo. Pensó en prohijarlo y trató con él del asunto. Buscaba un medio para que el Reino no pasara a la Corona de Castilla ni a la de Francia. En un consejo de guerra navarro-aragonés se trató de invadir Castilla para la recuperación del occidente del Reino pero todo quedó en palabras. Ambos monarcas, Sancho el Fuerte y Jaime I veían las cosas desde distinta óptica y en razón de la edad y nacionalidad de cada uno. Todo quedó en nada. En 1234 moría el rey de Navarra. Casi cinco siglos después de los hechos, los cronistas guipuzcoanos Martínez de Zaldivia (hacia 1560) y Garibay (1571) justifican, desde la óptica del s. XVI, la no resistencia de Guipúzcoa "por desafueros que según por tradición se conserva entre las gentes hasta hoy (?)...", versión que, desde ese momento, será la, oficial de la historiografía castellanista. A nuestro entender se trata de una teorización erudita y retórica de unas bases pactistas que justificaran el especial status de Guipúzcoa (sistema de fueros) dentro de la Monarquía absolutista argumento típicamente cantabrista. Las hermandades de frontera creadas en los siglos posteriores a la conquista ponen de manifiesto, como lo asevera Orella Unzué (P. de V., 1985) la artificiosidad de la nueva frontera creada y la incidencia del problema de los bandos sobre esta situación (los Guebara son gamboínos y pronavarros y los Rojas oñacinos y castellanistas).

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Las tierras del Reino de Pamplona.

La unidad política del Reino de Pamplona lleva en su entraña el respeto a las libertades de las distintas tierras integradas regidas por condes y señores bajo la autoridad jerárquica del Rey navarro. Así como en el Reino de León se producen hechos secesionistas desde muy temprano (reyes de Asturias), en el Reino de Pamplona no se conoce uno solo ni a título de excepción que haya sido propiciado desde el interior. Las fronteras con moros y reinos cristianos se hallan guarnecidas por plazas militares guardadas por "seniores" de la total confianza del Rey. Ciertas tierras y comarcas viven políticamente bajo la forma de condados. El contraste leonés-vascón es manifiesto. Aparte de todo ello es de señalar que el Reino de Pamplona no es otra cosa que la encrucijada de lo europeo y de lo peninsular. Es un istmo, no solamente en su acepción geográfica, sino hasta en la política. Pero la unidad nacional del reino vasco se mantiene contra el afán de castellanos y aragoneses de repartírselo. Y a pesar de ser nuestro Reino más reducido espacialmente, más pobre económicamente pero situado estratégicamente, logra mantener su unidad política en la forma que sigue:

Bureba integra el Reino de Pamplona durante sólo 54 años consecutivos entre 1004 y 1058 y 25 años entre 1112 y 1137, con un total de 81 años.

Rioja integra el Reino de Pamplona aproximadamente desde 916 a 1076 o sea 160 años consecutivos más otros lapsos de 1112 a 1137, o sea, 25 años, y de 1162 a I 177, quince años, con un total de 180 años.

Álava integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076, que hace 145 años consecutivos y de 1112 a 1200, o sea 88 años, con un total de 233 años.

Vizcaya integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076 que hace 145 años y desde 1112 a 1175, o sea 63 años, con un total de 208 años.

Guipúzcoa integra el Reino de Pamplona de 870 a 1076, que hace 206 años y desde 1112 a 1200, o sea 63 años, con un total de 269 años.

Duranguesado integra el Reino de Pamplona desde 931 a 1076 que hace 145 años y desde 1112 a 1200, 63 años, con un total de 208 años.

Laburdi y parte de la Baja Navarra integran el Reino de Pamplona durante los primeros años del reinado de Sancho el Mayor pero la Baja Navarra se integra toda ella y permanece en el Reino hasta 1530 o sea un total de 330 años.

Zuberoa comparte la soberanía del Rey de Pamplona y del Duque de Gascuña.

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La economía altomedieval.

La riqueza pública de Navarra era la agricultura y los productos naturales. Como señala Campión (1927), se cosechaba mucho vino y trigo, y menor cantidad de avena, cebada, mijo, habas, alubias, aceite, hortalizas, etc. La abundante madera de los numerosos bosques se utilizaban para el consumo diario, local y algún tráfico. A pesar de ser Navarra "nemorosa", según la califica la Guía de los peregrinos, en algunos lugares del Reino, cuando se redactó el Fuero general comenzaba a escasear la leña. Aparte las ferrerías, apenas era conocido el trabajo industrial, salvo el laboreo de las salinas y canteras. El comercio, domiciliado en las villas, extendía su radio mediante las ferias y mercados. Lo común era que los pueblos y los valles cubriesen sus parcas necesidades con el trabajo doméstico, tanto en orden al vestido cuanto a los aperos de la labranza y el ajuar de la casa. La ganadería -incluida la transhumante a las tierras del S. recién reconquistadas (Bárdenas) o a los llanos aquitanos- revistió importancia suma en manos de sus principales explotadores: los Reyes, los monasterios y la Nobleza. El ejercicio de un arte manual con ánimo de lucro, vendiendo el producto a otros apenas es conocido; le encontramos en las villas y pueblos grandes, sobre todo en los que habitan francos o se conquistaron a los musulmanes.

Oficios. Ordinariamente los oficios estaban agrupados en calles y barrios como aún lo proclaman los nombres de algunos de ellos. El Rey cobraba en Tudela pecha o impuesto por las tiendas en Anayares ferreros zapateros, esparteros, albarderos, alfagemos (alfageme, alfagem=barbero, curandero), alcorqueros (de alcorque=chanclo con suela de corcho), tejedores.

El numerario. El metal amonedado era escaso. La moneda disfrutaba, pues, como observa Campión de gran poder adquisitivo, según lo demuestra el precio de las cosas. Los emolumentos, gajes y sueldos de los diversos oficios civiles y militares se pagaban en metálico y en especie (trigo, avena, cebada, vino, etc.), porque era escaso el dinero; el trueque era la forma ordinaria de las compraventas menudas y diarias.

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Estratificación social en la Edad Media.

Navarra medieval es una tierra estructurada básicamente sobre una red de linajes que, en la baja Edad Media, dará pie a las guerras de bandos que tan determinante papel jugaron en el ocaso y muerte de la Monarquía. Pero la Reconquista y la posesión de la tierra interfieren ya en este primer entramado conformando una estratificación social en la que la posesión de la tierra y de los honores son además los datos esenciales. Inmediatamente por debajo del Monarca se halla la Nobleza y el gran Clero; luego seguía la cohorte de hombres libres, también hidalgos, y, sosteniendo la pirámide social, los pecheros.

La Alta Nobleza. Son los seniores, dominatores, princeps, barones, y/o ricoshombres. Los seniores poseen el dominio de un pueblo fortificado colocado en alguna posición estratégica del Reino. La definición del ricohombre en el Fuero es explícita: "Richombre o ynfanzon cabayllero poderoso, oviendo creaturas fillos et fillas, caveros, vassayllos et escuderos qui prenden (reciben) sua soldada, o su bien et manzebos soldados, claveros et iuveros (el que labra tierras con bueyes) vaqueros et pastores et porqueros e muitos otros soldadados (asalariados) et creando parientes prosmanos (próximos), dandolis a comer et vestir lo que han menester et otros estranios muytos entran et saillen, comiendo en su casa et vassayllos de carneros o de cevada o de dineros por lo que defiende en el mercado o en otro logar". Eran casi pares al Rey, guerreros beneficiarios de tierras conquistadas, libres de tributos ordinarios y sólo obligados, en lo militar, hacia la persona del Monarca. El Fuero los Llama "ricos ombres naturales del Regno" ("F. G.", p. 7 libro I, título I, capítulo I), "richos ombres" de una tierra o comarca (p. 8, libro I, tít. I, cap. III) "ombres de linage de su tierra" (Idem). En los primeros tiempos de la Monarquía les pertenece, tanto como al Rey, el poder, componiendo los ricoshombres más preeminentes la Corte primitiva y el máximo tribunal de deliberaciones. Su importancia es tanta que en ella hemos de vislumbrar algunos hechos decisivos como la separación de Vizcaya y los vaivenes de Guipúzcoa, Alava y tierras de Ultrapuertos en torno a la corona de Pamplona. Más adelante este estamento se ve incrementado con los señoríos jurisdiccionales creados por los Evreux en detrimento del realengo y en beneficio, por lo general, de sus bastardos: el condado de Lerín, el condado de Cortes, el principado de Viana, el vizcondado de Valderro, etc. Tanto ésta como la pequeña y media nobleza constituían el Brazo Noble o Militar en las Cortes. Su poder, asentado en las torres y fortalezas que jalonaron todo el Reino, experimentó un gran quebranto cuando Cisneros arrasó las fortificaciones y Navarra entró en la órbita de la Monarquía absoluta. Emparentada en Castilla y Aragón, su interés por el Reino parece escaso.

La pequeña nobleza y los ruanos. Constituye la cohorte de hombres libres agrupados en varios escalones jerárquicos: caballeros, escuderos, solariegos, hijos-dalgo o hidalgos, gentileshombres e infanzones de sangre o de carta. Suelen ser miembros de algún linaje conocido y poseen casa propia o tomada a censo (feudo). Los hay rurales pero también aquéllos que habitan el medio urbano sirviendo de soldados al Rey, de merino o de comitiva del merino, etc. Estaban exentos de tributo pero solían pagar una ayuda extraordinaria al Rey. Estaban exentos de obligaciones serviles tales como las corveas o el alojamiento de soldados. Disfrutan de honores y sus casas son inmunes. Los "infanzones" tenían facultad para poseer castillos y fortalezas; pero el mismo "Fuero General" (p. 17, libro I, título III, capítulo II) limitaba la construcción de edificios de esta clase con muros, barbacanas y palenques, si la villa era cerrada y de señorío de otros infanzones, de suerte que había que tener facultad real o permiso del señor. Sus bienes se transmitían a otros nobles. Podían tener vasallos ya que "todo infanzón que tiene una heredad libre y que con esta heredad, quiera hacer villanos o pecheros, coillazos (es decir, dar renta o porción de frutos), habrá sobre sus collazos y sobre sus villanos el mismo derecho que el rey y los grandes señores tienen sobre los suyos". El infanzón de carta es cada vez más numeroso y algunos valles obtienen la infanzonía de forma colectiva (Baztán, Roncal, etc.). Los infanzones que viven en las villas se acabarán fundiendo con los francos, libres también. Su nombre genérico es ruano y están sujetos al Fuero municipal y a lo que acuerden los Fueros generales. Los jornaleros o aixaderos formaron, a su vez, el proletariado en estas villas. En los últimos años del s. XII los infanzones comienzan a coaligarse en lo que será la Junta de Obanos, futuro semillero de las Cortes estamentales a las que acceden dentro del Brazo Noble. La Corona utilizó el recurso financiero de ampliar la hidalguía haciéndola colectiva -Tudela en 1117, Baztán en el 1212, Roncal, s. XII-XIII, etc.- aunque también donó los tributos y la jurisdicción de lugares libres que cayeron así en el ámbito señorial creándose en Navarra unos contrastes sociales profundos inexistentes en otras tierras vascas, en especial, en las cantábricas. Integradas en el Brazo noble o en el de las buenas villas o Universidades llegarían a ser con el tiempo, en la Edad Moderna, la columna vertebral de las Cortes y, de esta forma, del Reino. La compra de palacios y de derechos acrecentó este estamento de forma muy considerable. Caro Baroja advierte lo curioso y significativo que es ver cómo los apelativos nobiliarios, que aparecen una y otra vez en los textos jurídicos y legales, escritos en latín más o menos corrupto o en romance, apenas tienen expresión en vasco, salvo una voz que parece equivaler a hidalgo; Azkue (Diccionario..., I, p. 20), recoge la palabra aitonen seme o aitorren seme que podría relacionarse con ellas. (Véase sobre ella el artículo de Michelena, Aitonen, aitorem seme noble hidalgo, en "B. R. S. V. A. P." XXIV, I (1968), pp. 318). En cambio, -prosigue Caro- "se usará de una manera amplia, de la voz equivalente a la de "señor" = jaun, de suerte que incluso cada cabeza de familia será señor de su casa (etxeko jauna): y también se dará el uso de la palabra equivalente a caballero, es decir, zalduna. Castillos y torres señoriales se nombran, en cambio, con palabras de origen románico: gaztelu (de "castellum") refleja un trato muy viejo de la "elle"; dorre dorre-a proviene de "turris", o su acusativo. De modo más genérico se hablará de la "mansión del señor" = jauregi, jauregia, siendo abundante el uso toponímico de estos vocablos".

Los prelados. Constituyen el Brazo eclesiástico en determinados momentos los obispos de Nájera, Bayona, Dax, Tarazona y Pamplona, además de los abades de Iratxe, la Oliva, Leire, Iranzu, Urdax, Fitero, Roncesvalles.

Los pecheros. Llamados también villanos o agreros, collazos y mezquinos, estaban sujetos a la pecha (tributo) señorial y a diversas prestaciones personales y corveas, pese a que no prestaban homenaje a sus señores laicos o abades, lo que los hubiera convertido en siervos. Estos labradores pecheros no gozaban de las ventajas del "status" de vecindad de las villas y de los valles, no tenían derecho a ser representados en las Cortes ni podían vender su haberes libremente, ya que la pecha y prestaciones se transmitían al adquisidor ya fuera pechero, franco o hidalgo. En el orden judicial estaban sometidos a los tribunales señoriales -Corte señorial- que administraban la baja, media y hasta alta justicia. Por lo demás, son bienes transmisibles junto con la tierra en caso de venta de ésta, son donatos o transmitidos como un bien cualquiera. Con el paso del tiempo la calidad social, semiservil, va siendo sustituida por una calidad más personal y meramente económica: el hombre y la familia que paga pecha. A fines de la Edad Media collazo y aparcero son casi sinónimos. Sobre el destino cruel y oprobioso de este estamento cabe señalar que el euskara ha utilizado la voz petzero con el significado de "esclavo": Eniz horien petzero jarri nahi = "no quiero estar bajo la esclavitud de esos". Los villanos o pecheros estaban divididos en el Fuero General en tres clases en razón a su deber tributario: 1.° Los del Rey o reallenco. 2.° Los de los monasterios o de orden. 3.° Villanos de solariegos (F. G. tít. V. lib. III). Esta condición duró de lege hasta el s. XIX pero fue impugnada y soslayada, a veces con éxito, ya desde los s. XVII y XVIII. La adquisición de una vecindad forana fue una de las vías que permitió a los villanos ascender socialmente. A finales del Antiguo Régimen existían más pecheros en la Montaña que en la Ribera (José Alonso, 1848). Pechero y simple morador (casero o habitante sin derechos concejiles) se confundían de hecho.

Esclavos. Sólo parecen haber existido durante la Edad media y haber sido de extracción musulmana o judía.

Agotes. Es una minoría cristiana y blanca a la que los textos forales denominan "gafos" o "leprosos". Existieron en varios pueblos de Navarra, principalmente en Bozate (Arizkun), aunque también en otras localidades vascas. Estaban exentos del derecho de vecindad y sus actividades estaban vigiladas y limitadas. Protestaron hasta en Roma (1514) y consiguieron que las Cortes de Navarra borraran oficialmente todo el estigma que pesaba sobre ellos concediéndoles los derechos que disfrutaban los restantes habitantes de cada localidad (1817-1818, ley LXIX). Todavía en este siglo persistía, sin embargo, la condena social sobre el que contraía matrimonio con algún agote como atestigua Leoncio Urabayan en su Barrio Maldito reeditado recientemente por Auñamendi. A principios de este s. había algún pueblo como Oiz de Santesteban en el que una familia a la que se motejaba de "agote", respondía a ésto llamando "oiztar pechero" al que se lo decía.

Judíos, francos y musulmanes. Constituyen las minorías étnicas interiores del Reino pero con gran diferencia entre ellas. Entre los judíos y entre los moros los hubo adinerados y pobres, pese a lo cual la discriminación, en especial desde la incorporación de Navarra a Castilla, se cebó en todos. Tenían pese a todo un estatuto especial que les garantizó cierta equidad y una autoadministración apreciable. En lo tocante a los francos -minoría de tipo francés u occitano-, el trato que recibieron por parte de los Reyes fue preferencial siéndoles concedidos estatutos especiales que les beneficiaban. Su actividad comercial les hizo enriquecerse y equipararse en algunos aspectos a la nobleza y a la gran burguesía con las que se asimiló. Para ampliar este historial, ver JUDIO, MUSULMAN, FRANCO. Con el tiempo, "francos" y "navarros" fueron fundiéndose; el estatuto jurídico fue lo que primó sobre el étnico. Pero la vieja hostilidad entre los "navarros" y "francos" antiguos parece haber tenido manifestaciones y expresiones literarias, aparte del de Aneliers que canta la destrucción de la Navarrería. Según José M.ª Lacarra, la caracterización ofensiva para los "navarros" que hay en la Guía del peregrino Picaud se debió a inspiración "franca": a ella se debería también según Caro Baroja la eliminación de la memoria de lo vascones en ciertos relatos del ciclo carolingio y el recuerdo de victorias, más o menos legendarias, de los francos sobre los navarros mismos, en que aparece el castillo de Monjardín como objeto de la lucha. Los francos sé afincaron también en el N. del Reino: en 1264 se conceden fueros propios a los "francos" de Lanz, y en 1397 a los del valle de Larraun. En estos fueros se procuraba borrar las diferencias entre los "francos" y sus descendientes y los hidalgos del país y los suyos; se establece que todos sean de una condición y que no nombren jurados ni tengan oficios separados. Y hay que advertir que se con firmó en 1439 y aun en 1729. Probablemente este proceso de unificación se extendió desde la Montaña hacia el S.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Buenas relaciones, paz y arte.

A los agitados reinados de Carlos el Malo y doña Juana de Francia les sucede el de su hijo Carlos III el Noble (1387-1425). Ya anteriormente, en 1373, se había consolidado la paz entre Navarra y Castilla por una sentencia papal donde se pactaba el matrimonio de Carlos con la infanta doña Leonor de Trastamara, hija del rey de Castilla. El compromiso se hace efectivo en 1375, doce años antes de iniciar su reinado. Hasta entonces, el infante Carlos pasaba largas temporadas en la tierra de su esposa. Después reside habitualmente en Navarra, en Olite, donde construye, el magnífico Palacio Real y también el de Tafalla. Se coronó solo en l390 porque no había manera de traer a Navarra a la reina doña Leonor. Comenta Campión: «la paz, el arte, la gentileza y la magnificencia de la vida cortesana cautivaban el ánimo del buen rey». Su reinado se distingue por las buenas y cordiales relaciones con los reinos vecinos. Así, con Inglaterra, consigue que le devuelva Cherburgo; con Francia llega a un acuerdo por el cual, a cambio del nuevo condado de Nemours, renuncia a los de Evreux y Avranches e incluso a la Normadía, vendiendo Cherburgo a Francia por 200 mil libras tornesas en 1404; se mantiene fiel al papa Clemente VII de Aviñón durante el cisma; y en el interior del reino zanja el problema de los barrios de Pamplona llegando a la formación, en 1423, de un solo municipio, expidiendo el Privilegio de la Unión. Entre sus obras se señalan la reedificación de la Catedral de Pamplona, la reestructuración de la Cámara de Comptos y ciertos cambios importantes en la administración de justicia. Se valió Carlos III el Noble de su abundante prole, ocho hijos legítimos y seis extramatrimoniales, para establecer una red de relaciones con repercusiones políticas. A los hijos naturales les acomodó adecuadamente. Lancelot, le gobierna la diócesis; Godofre que da nombrado en 1407 mariscal y conde de Cortes; Juana casa con Estúñiga, hijo del Juez Mayor de Castilla; otra Juana, en 1425, casa con el condestable Luis de Beaumont erigiendo además el Condado de Lerín en su favor. Pero la unión más trascendente es la de la hija legitima Blanca que, casa primeramente, en 1402, con Martín, rey de Sicilia y en segundas nupcias, con el infante don Juan. Blanca es reconocida como heredera del Reino de Navarra conservando su marido el carácter de rey consorte. En 1421 nace en Peñafiel el primogénito Carlos, a cuyo favor se erige en 1423 el Principado de Viana, formado con la villa de su nombre y otras con sus aldeas y las villas de Cintruénigo, Cadreita, Corella y Peralta. Las Cortes, reunidas en Olite, le reconocen y juran como sucesor. Carlos III el Noble abandonó las reivindicaciones sobre las tierras del occidente del Reino al no reclamar, como lo hicieron sus antecesores, La Rioja, Alava, Guipúzcoa, Vizcaya, Bureba y Castela Vetula. Sin embargo, supo recobrar, mediante negociaciones, los castillos de Tudela, San Vicente, Laguardia, Estella, Miranda y Larraga entregados en prenda cuando se ajustaron las paces entre su padre Carlos II el Malo y el Enrique de Castilla. Murió Carlos III el Noble en Olite en 1425. Durante su reinado escribe Garci López de Roncesvalles la primera Crónica general del Reino.

Bernardo Estornés Lasa

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